En casi todos los ámbitos México transita en los extremos, pero casi siempre en los excesos y la educación no es la excepción.
Explico: en el pasado la formación de un alumno era, en la mayoría de los casos, técnicamente a punta de golpes. Las personas que hoy tienen más de 40 años padecieron el enojo de profesores quienes, desesperados porque en sus sistemas de enseñanza no obtenían resultados satisfactorios o porque los estudiantes no hacían la tarea, recurrían al jalón de oreja, al golpe en las manos y nalgas con una regla, al impacto del borrador en el estómago y a ser castigado parado por horas portando orejas (elaboradas con cartulina) de burro como si el nombre del jumento estuviera relacionado con errores en la falta de aprendizaje. Era humillante.
Cómo olvidar a los mentores que de plano obligaban a los infantes castigados a lavar los baños o limpiar los salones, o a quienes imponían sobrenombres, que por si el educando era obeso, alto o bajo de estatura. Ellos mismos promovían lo que ahora se conoce como violencia escolar o “bullying”, término anglosajón.
Así funcionó por muchos años el sistema educativo en este país. Lleno de excesos y hasta de traumas para los niños. O de qué otra forma se entiende que temblaban de miedo cuando el docente amenazaba con canalizarlo a la dirección del plantel y llamar a los padres de familia.
Eso sí, la gran mayoría de los docentes, hoy mayores de edad y algunos quizá ya fallecieron, son recordados por paterfamilias con respeto y admiración.
Lo cierto es que ahora la forma de enseñar es distinta, pero siguen –con otro sentido- los excesos. Los alumnos tienen más derechos que obligaciones; la ley los ampara y bajo ninguna circunstancia deben ser tratados como en el pasado.
Si bien quienes ejercen en el magisterio viven en el ejercicio de su función “bajo la lupa” de autoridades de la Secretaría de Educación Pública y organismos internacionales en la materia, ya se relajaron en lo que a su profesión concierne.
Obtener resultados contundentes en las diferentes materias que imparten ya dejó de ser prioridad. En la actualidad, viven un Calendario Escolar “enfiestado”, pues para todo hay suspensión de clases que terminan en los llamados “megapuntes”. Ya sólo les falta no trabajar porque tienen que asistir al “tradicional” mole de alguna población por su fiesta patronal.
El gobierno, por su lado, ha hecho del educativo un sistema poco funcional. En lugar de obligar a los profesores a estar en las aulas supervisando si un niño o adolescente realmente aprendió, solapa los constantes días festivos, pero además los somete a presiones de entregar evaluaciones vía internet con trámites engorrosos que sólo quitan tiempo y que para cumplir a tiempo es muy probable que inventen calificaciones.
Esto debe cambiar, pero mientras la educación esté politizada será imposible. Los gobiernos federal y estatal, así como los partidos políticos, saben que los trabajadores al servicio de la educación son gran potencial político para dar votos a quienes aspiran a un cargo público.
No vamos lejos. El SNTE siempre ha estado al servicio del partido en el poder. Algunas veces hace una especie de berrinche, pero al primer guiño, sus dirigentes son sometidos.
Y mientras tanto, el proceso de enseñanza-aprendizaje va de mal en peor. En Básica es evidente que está fallando cómo aprender matemáticas. ¿No se supone que tienen especialistas en la materia?
Si bien el uso y abuso de Internet permite a los educandos tener un panorama más amplio de vida y más conocimientos en diferentes ámbitos, las matemáticas se han convertido en el “talón de Aquiles” de las últimas generaciones.
Bueno, muchos no saben sumar, restar multiplicar, dividir y manos la raíz cuadrada. A dónde quedó el Álgebra del profesor y matemático cubano Aurelio Baldor, quien creó esta rama de la matemática que estudia la combinación de elementos de estructuras abstractas acorde a ciertas reglas. En la secundaria ya era enseñado y comprendido.
Claro ahora, en ese tema, es fácil engañar al mentor. El uso permitido de celulares en muchas escuelas ayudar a resolver esos temas. Pero sin duda la gran mayoría de las maestras y maestros está dedicado en cuerpo y alma a su profesión, aunque lo delicado y eso sí es delicado, es que, en Media y Superior, por una patética decisión oficial, los mentores sean evaluados por los alumnos. Ahora resulta que los patos disparan a las escopetas. Inaceptable. Al tiempo.