“La letra con sangre entra”, durante mucho tiempo fue considerado un dicho popular aplicado por algunos maestros para enseñar a sus alumnos, pero desde hace algunos años dejó de tener cabida en todas las escuelas de México.
Diversas reformas legales en materia educativa y de protección de los derechos de los niños y adolescentes restringieron a los docentes el uso de ciertas técnicas en las aulas, y lo que hace algunas décadas era considerado parte de la educación tradicional, hoy es catalogado como violatorio de la integridad física y emocional del estudiantado.
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Así, además de limitar a los docentes a únicamente enseñar, pues antes eran partícipes de la educación y formación de los alumnos, las modificaciones al marco legal contribuyeron a que la sociedad dejara de ver a los docentes, junto con el sacerdote y el doctor, como líderes en las comunidades.
Y -con el paso del tiempo- también les restaron autoridad ante los estudiantes, hasta degradar la labor de la docencia al enfrentar una falta de respeto tanto de los alumnos como de los padres de familia. Aunque no es así en todas las personas.
Esas concepciones fueron compartidas por la profesora María de la Luz Vázquez Pérez, quien platicó con El Sol de Tlaxcala con motivo del Día del Maestro, que en México es celebrado cada 15 de mayo.
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La maestra compartió su experiencia en la docencia y habló de los cambios que ha sufrido la forma de enseñar y cómo ha tenido que adaptarse a nuevos programas educativos, nuevas generaciones y a una constante evolución tecnológica que la obliga a mantenerse en constante actualización para no estar desfasada.
43 AÑOS DE SERVICIO
La educación ya no es como antes, recuerda con nostalgia la maestra María de la Luz Vázquez Pérez, quien a los 20 años de edad estuvo al frente de su primer grupo. Actualmente es docente del primer grado en una primaria de Cuatla, en Xaltocan.
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A 43 años de servicio, en su mayoría como maestra de primero y segundo grado de primaria, rememora algunas “estrategias” de enseñanza que, para no lacerar el autoestima ni la estabilidad emocional de los alumnos, ya no son empleadas en los salones, pero aclara que el desuso no significa que hayan sido -o sean- inútiles.
De entrada, habla de aquellos correctivos o castigos (por darles un nombre) que eran impuestos a alumnos desobedientes, y aunque no fue su caso ya que no concuerda con aquello de que “la letra con sangre entra”, reconoce al jalón de orejas o patilla, nalgadas o golpes en las manos con la regla o borrador o no salir a recreo, como parte de la enseñanza hasta antes de los 2000’s.
Añade que otras técnicas, quizá menos dañinas, como los regaños, poner en los cuadernos los famosos sellos con las frases como “No hizo la tarea”, “Platica mucho en clase” o “No trabajó” y tachar o calificar con color rojo, también han sido prohibidas por las autoridades educativas y por la misma ley.
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A lo anterior la profesora sumó algo que realmente le preocupa y que para ella sí es grave: la determinación del Estado de no reprobar a ningún alumno, sin importar el avance educativo que registren.
Entonces para qué hacemos rúbrica, para qué hacemos reportes y para qué evaluamos si a final de cuentas el niño va a pasar de grado, y los papás lo saben… eso ha provocado que la educación decaiga, lamenta.
AMOR POR LA DOCENCIA
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María de la Luz Vázquez Pérez tiene 63 años y la jubilación es algo que no está dentro de sus planes. Asegura que ama su profesión y al considerar que ser maestra es una bendición, pues recuerda lo complicado que le resultó convertirse en docente en 1979.
Conmovida, cuenta a este Diario que al terminar la secundaria, su mamá -que era viuda- no tuvo la posibilidad de pagarle la carrera como maestra, por lo que la necesidad económica y la pobreza en la que vivía su familia la orillaron a emplearse en un taller de costura en Chiautempan.
“Yo creo que uno ya tiene preparado el camino que va a seguir”, expresa al detallar que tuvo la posibilidad de ingresar a la Escuela Normal (antes ubicada donde actualmente está la primaria Educación y Patria), y convertirse en maestra con la ayuda de quién entonces era su patrón, pues él le dio la oportunidad de trabajar por las mañanas para que ella pudiera estudiar en las tardes.
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Me siento muy bendecida porque en ese entonces ganábamos 262.50 pesos a la semana y cuando empecé a estudiar el señor me pagaba 240 pesos, realmente no me descontaba nada, y de vez en cuando me regalaba 20 pesos para comprarme mi lápiz o mi cuaderno, expresa.
LA ENSEÑANZA ES MUY DISTINTA
Más allá de los cambios en el marco legal, la maestra María de la Luz señala que el trato que reciben también es diferente. Resalta que cuando inició a trabajar, pese a que solo tenía 20 años de edad, los padres de familia y los alumnos le guardaban un respeto y hasta le tenían cariño.
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Antes había mucha disciplina y mucho respeto, incluso nuestras autoridades nos decían que los maestros, los sacerdotes y médicos éramos los líderes del pueblo y era una cosa bonita que fue cambiando, enuncia.
Cuenta que por ahí de los años 80’s y 90’s su principal técnica de enseñanza eran las planas, hasta cuatro por día en el caso de los alumnos de primer grado, y la intención era mejorar su caligrafía y que aprendieran las sílabas o los números.
“ntes, si regañábamos a los alumnos y ellos se acusaban con sus papás, los mismos padres de familia lo agradecían… me tocó incluso una ocasión en la que un señor llevó una vara para pegarle a su hijo y otra en la que un señor se quitó el cinturón para hacer lo mismo, pero los detuve, menciona.
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La maestra también señala como obstáculos en el aprendizaje de los menores a la sobreprotección de los alumnos, el que las mamás sean muy jóvenes y en el caso de las que trabajan que no permitan que quienes se quedan al cuidado de sus hijos -como las abuelitas- intervengan en la educación y corrección de los niños y adolescentes.
Si bien no es partidaria de usar castigos en la enseñanza, destaca que algunos correctivos de antaño fueron funcionales, pero comenta que ahora, para evitar sanciones o reclamos, ponen a los alumnos una buena calificación aunque académicamente no lo merezcan.
RECUERDA A SUS ALUMNOS
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Vázquez Pérez reitera que ser docente es más que un trabajo, y al resaltar que en sus 43 años formando alumnos ha visto pasar por sus aulas a un sinnúmero de generaciones que con mucho cariño y amor recuerda.
Cuenta el dolor y tristeza que le causó la muerte de uno de sus exalumnos que se suicidó siendo adolescente, y el deceso a consecuencia de insuficiencia renal de otro que un día le ofreció llevarle un jarabe para aliviar su tos.
Yo invito a todas las personas que tienen hijos en edad escolar y que si realmente los aman que en su educación no solo haya consentimiento o cosas materiales, no todos los regaños son malos y a veces uno a tiempo salva vidas, pide.
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Y principalmente solicitó a la sociedad no perder el cariño y el respeto por los maestros, que crean en ellos y que los apoyen en la formación de sus hijos, porque si bien dijo que tienen cosas negativas, destacó que todas ellas se suprimen con las cosas buenas que ofrecen a sus educandos.
La maestra también señala como obstáculos en el aprendizaje de los menores la sobreprotección de los alumnos, el que las mamás sean muy jóvenes y en el caso de las que trabajan que no permitan que quienes se quedan al cuidado de sus hijos -como las abuelitas- intervengan en la educación y corrección de los niños y adolescentes.