Las brujas de Tlaxcala tienen una historia bifurcada entre lo prehispánico y lo occidental. Entre el pensar europeo y las creencias de las sociedades nativas, nuestro pueblo tuvo que desarrollar sus propias historias y justificar de alguna forma las condiciones vividas desde el pasado.
La revista Historia Regional y Local explica que, si bien se asumieron normas católicas en la conquista, al final del primer cuarto del siglo XX algunas familias de Tlaxcala, particularmente en San Bernardino Contla, comenzaron a afirmar que en las noches la bruja mordía o “chupaba” a sus niños recién nacidos.
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A pesar de que la creencia popular había sido legitimada por el juez del registro civil municipal, el cura de la parroquia local dedujo una enfermedad “común” de la infancia: la alferecía (una afección del sistema nervioso que provoca ataques repentinos y pérdida del conocimiento) y, en otro caso, la molesta e intolerable fiebre.
La explicación científica
Según datos asentados en el registro civil de Contla, nueve bebés de hasta cuatro meses de edad fallecieron por ataques de la bruja.
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No obstante, en un par de documentos eclesiásticos se anotaron la existencia de huellas físicas provocadas por enfermedades, evidencias que permiten el conocimiento específico de las causas de las defunciones.
Por ejemplo, el 18 de marzo de 1918 se informó la muerte de la bebé María Paula de la Fuente, oriunda de Tlachco. Los encargados anotaron las lesiones provocadas por la bruja: la nariz y la espalda “moreteadas”, índices claros de la alferecía o, en todo caso, de la meningitis (inflamación de las meninges que rodean al cerebro y la médula espinal).
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Otro caso se registró del 19 de mayo de 1922 un hijo, por cierto, sin nombre, de la familia Nezahualcóyotl Rodríguez quien murió por lesiones de la bruja; infortunio que, separado del misticismo y apegado al conocimiento médico, conduce a la conjetura de la alferecía, específicamente por los moretones en la oreja y la espalda.
Entonces, si las huellas físicas indican la presencia de la alferecía, o equivalentes, en los restantes registros de los menores se infiere la misma causa de defunción.
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A manera de conclusión y sin negar una costumbre histórica, los investigadores proponen una mirada objetiva basada en los hechos y no solo en creencias, por lo que se asume la muerte de los niños como algo natural en un pueblo donde la medicina que hoy conocemos era impensable. Además, las enfermedades más populares de hace décadas pueden ser solo un recuerdo de hoy.
El valor místico
Incluso desde las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún, se lee que las familias prehispánicas tenían entendido que para evitar “entrasen los bruxos en casa a hacer daño, era bueno una navaja de piedra negra en una escudilla de agua puesta tras la puerta o en el patio de la casa, de noche”.
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Cinco siglos después, se constata la continuidad de la creencia y, paralelamente, la incorporación de elementos pertenecientes a la cultura occidental. Se sabe que en la década de 1950 los habitantes tlaxcaltecas continuaban utilizando diversos utensilios para proteger a los niños de los ataques de la hechicera.
El miedo e incertidumbre de las familias que en las noches vivieron la visita de la bruja, las huellas físicas de los niños difuntos que posibilitan la deducción de ciertas enfermedades y, en el contexto mítico, el uso de determinados objetos (la cruz, la tijera y el espejo, entre otros) para frenar las malvadas intenciones de la bruja, son parte del folclore de Tlaxcala una vez más alimentado de dos culturas.
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